sábado, 25 de mayo de 2013


¿Quiénes somos? ¿Qué nos determina?

Suenan a preguntas cliché, hechas por los tantos psicólogos que buscan arreglar un poco nuestra sociedad fuertemente influenciada por las apariencias, el estrés laboral, etc.
Personalmente creo que todo lo que hacemos, todo lo que nos rodea, aquellos que nos aconsejan y nos faltan el respeto, todo nos marca, todo representa alguna enseñanza. Y a su vez, todo esto se ve representado en las cosas que hacemos, en lo que creamos, ya sean artes manuales, canciones, poemas, pensamientos, etc.
En una nueva clase de “estrategias de intervención” hicimos máscaras de yeso, utilizando nuestras propias caras de molde. Fue una actividad bastante interesante, no era solo poner tiras de yeso en la cara de mi compañera, sino que era poner dedicación en las formas, había que tener cuidado con las líneas, etc. Y no era tampoco estar acostada sobre un mesón, era entregarse al trabajo de quien hacia la máscara, significaba un acto de plena confianza, incluso un poco de control sobre el cuerpo, la risa o la claustrofobia.
Comenzamos la clase dibujando en una cartulina el contorno de nuestra cabeza, y escribiendo en el lugar de la mente, los ojos, los oídos, la nariz y la boca, las diferentes acciones que realizamos con ellos. Con la mente yo me divierto, con los ojos me impresiono, con los oídos entiendo y conozco, con la nariz recuerdo y con mi boca expreso y con todos…con todos me río.
Una vez hecha esta actividad pasamos a cortar las tiras de yeso y a trabajar con ellas. Me puse MUCHA vaselina para que el yeso no se pegara a mi cara, no quería terminar sin un pedazo de piel. Me acosté y la Cata empezó a poner las tiras. Se sentía mojado y extraño, daba cosquilla y cosa. Era simplemente imposible controlar la risa y dejar de hablar para dar ciertas indicaciones o, simplemente dejar en claro que sentía mi ropa y pelo llenos de agua jaja. Cuando tenía los ojos y la boca tapada me logre tranquilizar, empecé a percibir un poco más lo que sucedía a mí alrededor. Llegó un punto en que me dio cierto sentimiento de claustrofobia, pero logre controlarlo y pasar a un momento más de relajo. Una vez lista la máscara, dejamos que se secara un poco y luego la saque. Creo que sobra explicar lo horrible que quedé con la pintura corrida, llena de pedacitos de yeso y encandilada por la luz.
Repetí el proceso con mi compañera, y entendí porque yo había quedado mojada y con yeso en el pelo. La verdad es que es difícil ponerle poca agua al yeso, o prevenir que las gotas corran hacia el cuello. Y cuando cambias de lugar es que comprendes que no se puede juzgar; debo admitir que, al ser más desordenada y menos prolija que la Cata, la dejé más mojada y más llena de yeso. Pero como los lazos son fuertes, asumo que me perdonó dejar sus lindos rulos con manchitas de yeso J
Nuevamente, una linda experiencia…

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